Somos Laura (Cafaro) y Gustavo (Machado), Trabajadora y Trabajador Social, que fuimos supervisados en INAU por Esther, trabajamos con ella en - lo que en su momento fue - la División Tiempo Parcial y compartimos un trayecto de nuestra vida profesional, gremial, política y afectiva con ella. Venimos como representantes de ADASU, la Asociación de Asistentes Sociales del Uruguay, por eso más allá de nuestro recuerdo y aprendizaje personal con Esther, queremos traer a la Trabajadora Social. Esther vino a Montevideo desde Paso de los Toros para iniciar su formación profesional en la carrera de la Escuela del Ministerio Instrucción y Previsión Social y luchó y ocupó su Escuela para ser incorporada por la Escuela Universitaria de Servicio Social de la Universidad de la República, donde se tituló. Lo fermental de esa época, palabra que usaba mucho Esther, la unió con otras luchas, solidaria con las causas populares, sabemos poco de ese momento porque Esther hablaba poco de ella, era generosa al grado de recuperar pequeñas peleas, pequeñas, en relación a las que ella abrazó en los 60 y 70 que la llevaron a una larga y penosa privación de libertad durante el terrorismo de Estado, de la que aún muchos siguen sin juicio y condena. Seguramente otras compañeras de su generación recuperarán este período, su inserción al Consejo del Niño, su militancia por los derechos de NNA, su adhesión consecuente a la Convención Internacional de los Derechos del Niño y su incuestionable búsqueda por concretar en la práctica profesional e institucional. Esa fue su lucha y compromiso político e institucional, tanto en el CENFORES, en la División Social, como en los espacios que le tocó ocupar. Para nosotros ese fue el mayor aprendizaje técnico y político, inclusive en contextos institucionales y nacionales muy adversos, costosos, de mucha vulneración de niños, niñas, adolescentes y familias. Construyó en la División Social espacios colectivos de co-visión, lecturas, aprendizajes compartidos, diálogos con la supervisión de psicología, generó, junto a otras colegas, espacios de resistencia en la existencia institucional y profesional, nos fue ubicando como parte de un colectivo que tenía la tarea política de ser buenos y buenas profesionales, integrantes de equipos de trabajo y articulados con otros y otras que compartíamos una misma perspectiva ética y política. También nos tocó a partir del 2005, trabajar con ella cuando se plantearon otros lineamientos institucionales y Esther pudo concursar y ganar la Dirección de la División Protección Integral de Tiempo Parcial y nosotros concursamos direcciones en esa División. Era intensa, incesante y a la vez amable e integradora, estas características se conjugaban en su práctica, discurso y vida, que no nos queda duda, era de una gran trabajadora, de las 24 horas, una persona íntegra y coherente. Tenía algunas reflexiones y expresiones que hemos integrado en nuestra práctica, la programación de derechos, el trabajo comunitario, la planificación fundada, la búsqueda en la intervención entre lo necesario y lo posible, renunciando a que lo posible no nos limite en llevar a cabo lo necesario. Con Esther fuimos cambiando los nombres de los centros, borrando su nombre por la calle donde se ubicaban para definirlos con la participación de las familias, los NNA o poniendo a los niños y niñas en el centro de la programación, como sujetos de derecho y de participación. Y fue también con ella que pudimos empezar a pensar en centros dignos para los NNA, en colocar la formación permanente de quienes trabajamos con los NNA en un lugar central. En este sentido, como ya decíamos, hablar de Esther es hablar de una persona con fuertes convicciones ético-políticas. Y aquí queremos hacer referencia al Código de Ética de profesionales del Trabajo Social que es del año 2000, pero que Esther lo puso en práctica mucho antes y que con insistencia nos invitaba a posicionarnos como Trabajadores y Trabajadoras Sociales desde un lugar riguroso y crítico para pensar nuestras prácticas profesionales. Nuestro Código de Ética habla de “los valores de libertad, justicia social, igualdad, solidaridad y participación”, habla de “la responsabilidad irremplazable del Estado” para el logro de estos valores, habla del “compromiso con el pleno desarrollo de los Derechos Humanos de individuos, grupos y otros colectivos.” Todo esto Esther lo puso en práctica desde los diversos lugares que habitó, pero en este caso, como colega. La ética, como la entendía ella, a partir de otro grande como lo fue José Luis Rebellato, concebida como ética de la liberación, ética de la dignidad que implica nada más ni nada menos que exigir el “reconocimiento como sujetos, confiar en nuestras propias capacidades y potencialidades de vivir y de luchar.” La dignidad como valor fundamental de esa ética de la emancipación humana. Saludamos esta conversación colectiva que nos invita a pensar juntos y juntas cómo seguir compartiendo su legado. |
